Querer y no poder
Es inevitable sentirse frustrado cuando no se puede lograr aquello que se quiere. A la frustración le sigue el enojo que se canalizará hacia el/lo que creemos responsable de la frustración, porque aunque no sirva de nada siempre parece necesario encontrar un culpable a quién poder acusar y pareciera que las cosas se hacen más soportables cuando el culpable es otro que cuando son las imposibilidades propias las que nos impiden obtener lo que deseamos. Antes de enojarse, y mucho mejor aún, antes de comenzar a desear -si eso fuera posible-, uno debería plantearse las posibilidades reales de cristalizar su deseo, porque también es probable que no se cuente o no estén dadas las condiciones necesarias para alcanzar la meta deseada. Otro aspecto que debería tenerse en cuenta a la hora de evaluar la posibilidad de concreción de los deseos, es cómo esos deseos se llevan con la realidad, llamando realidad tanto a la realidad externa como a la realidad interna. Cuando lo que deseamos no armoniza